La Niñez

 Mi Niñez

Tenía seis meses de edad cuando mis padres obtuvieron una casa del ministerio de la vivienda por allá por al año de 1943. Como todo lo que ocurría en ese tiempo, la consiguió por medio de las amistades del Partido Radical, quienes eran gobierno y eran los que distribuía los haberes (hoy día lo llaman clientelismo político). Ellos recordaban que cuando les dijeron que tenían la casa, fueron y eligieron el 2132 de Roberto Espinoza, al lado de una de las entradas a la población, esta ocupaba una manzana entera que abarcaba Franklin, Roberto Espinoza, Biobío y Nataniel y está conformada por 7 edificios de cuatro pisos que albergaban departamentos de dos pisos y otros de uno solo, unos pocos de tres.

Al medio del complejo había un terreno bastante grande y una piscina, a la cual nunca tuvimos acceso porque mama se opuso siempre a que la usáramos, siguiendo sus costumbres, eran para los rotos así es que en verano miraba desde de cuarto con envidia a los chicos bañarse y pasar todo el día alrededor de ella, la jefa tenía ideas muy estrictas acerca de quienes deberían ser nuestras amistades, probablemente venían de algunos rancios abolengo por parte de su padre, hasta el día de hoy nunca he comprendido cabalmente la actitud racista y discriminadora de mi madre. Bueno, ese año era muy chico para percatarme de que me depararía el futuro. Un año más tarde llego mi hermano con el cual conformamos una familia de cinco, conmigo al medio. Mis recuerdos empiezan cuando probablemente tenía entre dos años y medio y tres años, un poco confusas, pero con fotos bien precisas en mi mente. Viví allí hasta febrero de 1968, con un pequeño intervalo de unos seis meses en el año 65, cuando me casé. Sin embargo, sus huellas e influencia marcaron mi vida por siempre y de alguna manera u otra mi vida ha estado ligada a mi barrio.

En realidad, la población Huemul originaria es otra más antigua que abarca desde Franklin, Roberto Espinoza, Placer y termina en Lord Cochrane, incluye un teatro parroquial, el teatro Huemul, al cual íbamos de vez en cuando a ver películas viejas, el que fue modernizado. Mis abuelos vivieron en dicho lugar con mi padre cuando era más joven y Gabriela Mistral tuvo su residencia en Los Algarrobos o en Waldo Silva, una placa recuerda este hecho. Al poco tiempo después de la Población Huemul I se construyeron dos más conjuntos de la CORVI (Corporación de la Vivienda) Huemul II y Huemul III, una en Biobío entre Nataniel y San Diego y la otra en Biobío entre Waldo Silva y Lord Cochrane y eso debe de haber sido el año de 1943.

En la esquina de Franklin y Roberto Espinoza había una botillería pequeña que pertenecía a Rene el dueño de almacén al lado contiguo. Cuando los domingos la botillería estaba cerrada íbamos por la puerta de atrás a comprar vino Moreira el cual se vendía por litros y a granel. Siempre había un numero de teporochos (tepororochos se designa en México a aquel individuo alcohólico que siempre deambulan cerca de un puesto de licor) llamado Ramón, parecía que había sido un tipo educado y a veces hablaba en Ingles, un día de invierno amaneció muerto en la puerta del Boliche, ( como dijo el gran Pezoa Veliz, tras la paletada, nadie dijo nada, nadie dijo nada). Ya doblando por Franklin estaba un negocio de Verduras de la señora Raquel, lo seguía un pequeño bar de la señora Chocha lugar de reunión de los hombres de barrio y una fuente de soda donde a veces mi padre compraba un litro de cerveza de barril en verano, más allá la entrada principal a la población y otros negocios que no recuerdo. Si caminas por ese lado veras que poco ha cambiado, el Bar desapareció sin embargo los dueños actuales son los hijos de los viejos y otros han vendido a sus vecinos de años, como es el almacén y botillerías transformado hoy en simplemente una tienda de licores.

Sin embargo el barrio tenía otras características interesantes, por ejemplo el ruido que empezaba como a las cuatro y media de la mañana y era producida por unas carretas cargadas de verduras que venían de las granjas para abastecer al mercado del Matadero, pero lo impresionante era que eran conducidos por un campesino que tiraba del carretón apoyado por su cuerpo y sus pies parecían que no tocaban el suelo, uno tras otro hacían el mismo recorrido que terminaba en Arturo Prat con Franklin, cuando despertaba con el ruido me asomaba a la ventana y los veía volar sobre el pavimento, nunca más he visto nada por el estilo, los motores desplazaron a esos sufridos trabajadores.

Como el Matadero estaba cerca, a veces pasaban las manadas de vacuno para ser convertidos en alimentos, y de vez en cuando un toro se escapaba de la manada y empezaba una carrera loca por el barrio, nosotros los chicos mirábamos asustados a través de las ventanas de los vidrios viendo a los arrieros luchando por doblegar al animal que a lo mejor estaba previniendo su final colgado en algunas de las muchas carnicerías del lugar.

Roberto Espinoza termina en Placer, ahí estaban un hospital y la Iglesia Santa Lucrecia, por detrás de la cuadra corría la línea del tren que al cruzar la Gran avenida dividía Santiago de San Miguel, y al lado de las vías se extendían las poblaciones callampas que formaban parte del Zanjón de la Aguada, la miseria en esas villas era espantosas. Leyendo años más tarde el poema de Fernando Alegría “Y llamarle casa” no podía sacar de mi mente dichas imágenes, por el lado de placer hacia gran avenida habían también varios aserraderos y la fiesta empezaba cuando comenzaban los incendios los que abarcaban también a las callampas, la calle se llenaba de carros de bombas y el agua la sacaban de unos grifos a media cuadra, los copuchentos se amontonaban y el espectáculo terminaba al día siguiente, después de visitar los escombros. Hubo otros incendios memorables como uno que afecto al mercado del matadero varios años después. Hoy día por ahí corre una autopista.

De la población al lado de la línea venían muchachos y también hombres con un tarro de lata golpeando las puertas y pidiendo algo de comer, mi madre a veces se compadecía y les llenaba el tarro con el mismo alimento que estábamos comiendo en la mesa. Cuando escucho a Osvaldo Rodríguez en Valparaíso cantando “Porque no nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza. “ Me hace recordar las condiciones de vida de los pobres, y ahora cuando veo las condiciones en que viven millares de chileno pienso que muchas cosas no cambian y no cambiaran en un futuro próximo hasta la gente reclame y diga “basta ya”.

Así se fueron deslizando los primeros años de mi infancia y fui despertando a la realidad a medida que llegaba a los 7. A los 5 me inscribieron en un colegio particular llamado Shakespeare School donde aprendí a dibujar manzanas las cuales tenían una mitad pintada de rojo y la otra de verde divididas por una línea recta, porque aún no maduraba, la manzana pues, y una canción de las letras del alfabeto en ingles que aun de viejo aun recordaba, termine de aprender la cancioncita con mi nieta de dos años en los programas que ella llama “show” cuando juega con mi “Tablet” en los videos desplegados en YouTube y donde ella aprende español también . A los 6 aprendí a leer lo cual fue el final de mi época preescolar. Por aquellos tiempos empezaron a suceder ciertos hechos que empezaron a modificar mi forma de ser, o mas bien dicho a perder la inocencia de la niñez, recuerdo que debo de haber tenido unos cuatro años y mi abuelito me dijo que el domingo me iba a llevar a conocer a los enanitos, estuve todo el resto de la semana entusiasmado con el hecho de poder ver los enanitos que conocía por los cuentos infantiles y ese domingo en la mañana mi viejo me llevo a la Plaza de Armas y me mostro a hombre pequeños los que hoy día se conocen como “gente pequeña” los cuales no tenían ni relación ni parecido físico con mi concepto de enanitos sino más bien eran personas adultas de poca estatura, La desilusión fue muy grande y de ahí para adelante los cuentos infantiles empezaron a desilusionarme, no volví a verlos ni en películas hasta que mis dos hijo eran pequeños y los llevaba a laFilmoteca en México los fines de semana. Algo se rompió en mí y mi perspectiva del mundo empezó a cambiar al comenzar a diferenciar entre fantasía y realidad.

Al cumplir los 7 años empezó mi educación en serio, este fue el paso que considero más importante de mi vida, mi padre me inscribió en el tercero de primaria, llamada ahora educación básica, y se pasó por el orto el segundo grado. Ahí empecé a tener problemas con algunos compañeros con la existencia del “viejito pascuero”. Un día llegue a casa y enfrente a mi padre y le pedí que como hombre me aclarara si el famoso pascuero existía o no y su respuesta fue naturalmente no con lo cual rompió otro de mis mitos y me acerco a la realdad.

Por allá por el 54 un día en la mañana llego a casa una tía, hermana de mi abuelito, (el cariño que sentía por ellos me impedía, y aun me impiden, llamarles abuelos por considerarlo muy rudo), recuerdo que estaba escuchando la radio y me dijo como era que no escuchaba el programa del Tío Alejandro, ella misma sintonizo la radio y pase a ser un nuevo sobrino del programa, los escuchaba todos los días en la mañana y no se quien escribió y recibimos, mi hermano y yo, un carnet de socio del programa, el mío era creo el 67, en esa época lo dirigía Alejandro Mitchell Talento, tiempo después el tío cambio y apareció es escena Rene Largo Farías, gran amigo del exilio en México y duro hasta que Rene se fue a la URSS para un programa dedicado a Chile en contra de la dictadura. Un día mi padre me dijo que iríamos a ver el programa del Tío Alejandro y la emoción me embargo y durante los días previos solo pensaba en participar junto a los otros niños con que el animador compartía la media hora de programación, cuando arribamos a la radio me encontré con una auditorio como el del cine y en la tarima aparecieron los protagonistas, de repente me sentí como una especie de acarreado donde solo tenías tres opciones que te ordenaban con un tablero luminoso que decía, silencio, aplaudir o risas, encontré que el programa era una estafa que explotaba la mentalidad de los niños, cuando volví a casa el tío Alejandro había muerto como entretención y empecé a conocer la diferencia entre empleado y patrón, es decir, entre la fantasía y los negocios, fue como si algo se hubiera roto en mí y en realidad fue el comienzo de la vida tal como es donde algunos mandan y el resto son como los corderos.

Agregado a eso que mi viejo era radical y siempre en mi casa se escuchaban programas políticos como La familia chilena y los comentarios de Luis Hernández Parker puedo decir que empezó mi formación social que maduro en mis años universitarios. Hubo otro acontecimiento que también me hizo pensar y cambiar mi visión del mundo, debe de haber sido y debe de haber sucedido por el año 1952, las noticias siempre informaban de la guerra en Corea, acostumbrado o con mi mente de niño ya lavada por los medios comunicacionales y de entretención veía al mundo separado entre buenos y malos, los bandidos y nativos estaban al lado de los malos, los soldados gringos con su trompeta y su caballería en el viejo oeste y los policías, Superman y otros superhéroes al lado de los buenos, por lo que en forma natural le pregunte al viejo de quien eran los malos en dicha guerra, a pesar que mi padre era un viejo radical y un poco anticomunista me explico que en las guerras entre países dicha división no siempre existía y que en este caso no se podía dividir el conflicto entre buenos y malos, dicha explicación quedo grabada en mi mente y ayudo en el futuro en mi decisión al asumir una posición política que no ha variado pese a los augurios que siempre recibí que cuando fuera grande las cosas se mirarían con otra perspectiva, algo así como el comportamiento del partido socialista a través de los años, mi posición vario en efecto pero no hacia la derecha sino más a la izquierda.

Con toda la tecnología disponible en estos días es difícil para un pequeño imaginarse como nos entreteníamos, no había televisión, no había computadoras, el plástico no se había desarrollado. La radio nos llenaba y activaba nuestra imaginación, además que la lectura empezó desde que aprendimos leer, primero en revista como OK, El Peneca, Fausto y otros y de ahí a los libros, mi padre nunca me censuro lo que leía y a los once años ya estaba leyendo “Un Perdido” de Barrios, recuerdo que el profesor me pregunto si tenía permiso en casa para leer dicho libro. Mi padre tenía una pequeña biblioteca donde leí una colección que empezaba de la Conquista de Chile pasando por la guerra expansionista llamada “Del Pacifico” y con la llamada Guerra a Muerte o la Pacificación de la Araucanía, Sin embargo mi análisis de ADN me indican que un 30% es nativo y es razón por la cual que el día de hoy me haga sentirme chileno y orgulloso de mis raíces.

Nuestros juegos eran las bolitas donde las de cristal tenían un estatus especial, y otras de metal que las llenábamos de plomo para que no dieran bote. En realidad, es que nunca tuve dedos para piano, era muy malo y recuerdo a mi amigo Patricio que el día que mi viejo llego a casa con una bolsa de 1000 bolitas el empezó a jugar conmigo con una naftalina y perdí 100 de un viaje. Estaba también el trompo y el lanzar papeles en forma de cono con un tubo de metal, nuestros juguetes eran de madera y de baquelita camiones de bomberos y autos, desde pequeños conocimos los mecanos y los carritos de madera. Cuando apareció la TV en las películas las veíamos como de Ciencia Ficción, el primer programa que vi fue en la Compañía de Aerolíneas Argentinas donde mi padre tenía un amigo y fue cuando Perón visito nuestro país y pudimos verla y debe de haber sido en circuito cerrado, la segunda vez ya estaba en la Universidad el año 62 y vi el partido de Chile Italia esa donde Leonel Sánchez le da un sopapo al italiano y ni siquiera lo amonestaron, recuerdo que los periódicos de aquella época prepararon el ambiente antes del partido con artículos y comentarios donde trataban a los italianos poco menos de delincuentes. Así me encontró cuando la adolescencia golpeó mi vida.

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